Los trapos sucios se lavan en casa

Con esta frase nos topamos con frecuencia los católicos que buscamos ayuda tras recibir un daño causado por alguien que pertenece a la vida consagrada: sacerdote, religioso, religiosa… En fin, alguien que representa a la institución de forma visible.

Subrayo bien la expresión buscamos ayuda, actitud que suele malinterpretarse como un ataque a la Iglesia. Atacar es emprender una ofensiva, y el que denuncia un daño recibido está ejerciendo su derecho a la defensa. Justo lo contrario. No se trata de un ataque, ni a la Iglesia como institución, ni a un miembro suyo en particular. ¿Cómo hemos llegado a tergiversar de esa manera una acción tan lícita? No olvidemos que quien recibe el daño denunciado es también un miembro de la Iglesia católica, por tanto se trata de un pleito entre católicos.

La RAE define la palabra denuncia en su primera acepción: «Acción y efecto de denunciar». En la definición de la palabra denunciar ofrece varias acepciones de las que escojo tres. La primera: «Avisar o dar noticia de algo». La cuarta: «Participar o declarar oficialmente el estado ilegal, irregular o inconveniente de algo». Y la sexta: «Dar a la autoridad judicial o administrativa parte o noticia de una actuación ilícita o de un suceso irregular». Así que cuando alguien denuncia a otro de quien ha recibido un daño, lo que hace es defender sus derechos y dar conocimiento a la autoridad competente de una acción ilícita. Y esto es justo.

Pero el hecho es que lo primero que hace alguien que recibe un daño, es buscar ayuda en su entorno. No se trata tanto de una denuncia formal —algo totalmente legítimo y que quizás haga más tarde— como de comunicar un problema, expresar un sufrimiento y pedir apoyo. Lo doloroso es que cuando el agresor es un consagrado, la víctima difícilmente encuentra quien quiera escucharla, y ahí es cuando se tergiversa su actitud con frases como la que da título a este artículo, desviando hacia ella la culpa. Curiosamente la víctima en muchas ocasiones es también una persona consagrada.

Paso a analizar la frase Los trapos sucios se lavan en casa. Quien usa esta frase acepta que se está tratando de trapos sucios, es decir, malas acciones que avergüenzan, reconoce que alguien ha actuado mal,  rechaza escuchar y por tanto no quiere implicarse ni muestra compasión o caridad para quien recibe el daño. Tampoco muestra amor hacia la verdad ni la justicia. Prefiere mirar hacia otro lado.

Por otra parte, las personas que utilizan esta frase como muletilla, con las palabras se lavan en casa juzgan que las personas que piden ayuda no han recurrido antes a las autoridades competentes. Siendo la realidad que han intentado resolver su problema por medios lícitos, pero no encontrando la ayuda necesaria, siguen buscando apoyo en otros ámbitos.

Pero aún hay otro aspecto que me llama mucho la atención en quienes repiten mecánicamente esta frase. ¿Qué quieren decir con la palabra casa? ¿A qué casa se refieren? La casa es la Iglesia y la Iglesia somos todos. Por tanto es en tu casa donde se están ensuciando trapos, tú también tienes que ayudar a limpiarlos y poner orden, para que nuestra casa, la Iglesia, brille reluciente. Recuerda que la vida consagrada es un don que Dios da a la Iglesia, a toda la Iglesia, no solo a aquellos a los que llama de forma personal, y como tal debe ser cuidada, en común, en familia, en casa.

Hortensia López Almán

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