LO QUE NO ES HUMANO NO ES CRISTIANO

Con 17 años, casi 18, empecé mi vida religiosa.

Ahora comprendo que era una niña protegida, tímida e insegura. Quería mucho a las hermanas de mi colegio y, siempre, desde los 12 años, me supe de Jesús.

Tuve una maestra de novicias estupenda, abierta y buena. Me hizo —nos hizo— amar la Palabra de Dios, creer y crecer en relaciones entre nosotras cuando en aquel entonces se “sospechaba” de relaciones sanas en la vida religiosa.

Estudié Magisterio, hice estudios teológicos, bíblicos y catequéticos. Leíamos a los grandes teólogos del Concilio… Pero pronto empezamos a vivir muchas tensiones entre personas que veíamos la vida religiosa de forma más o menos abierta. Eso provocó la salida de muchas hermanas, formadoras, superioras… Casi me quedé sin referencias. Vivimos a fuerza de golpes, sin poder madurar nuestro ser de mujeres, antes que de cristianas y de hermanas. Los conflictos personalmente me desbordaban. Algunos de una gran inhumanidad e injusticia.

Me fui a misiones con esos conflictos sin resolver y en medio de una gran pobreza y soledad y sin poder dialogar con nadie: —en mitad de la selva— un sacerdote intentó acercarse más de la cuenta. Viví el despertar de mi ser de mujer sexual y afectiva. Escribí a las superioras pero no supieron acompañarme el proceso.

Entretanto me operaron de urgencia en ese país. Volví a España y se desencadenó un shock postraumático seguido de una depresión. Y en esos primeros años tuve otras tres operaciones quirúrgicas. Seguí trabajando sin poder. Hice  psicoterapia con una persona estupenda —religiosa—. Fue  la primera vez que empecé a poner nombre a todo el dolor que había vivido. A mis sentimientos. Y me desbordó tanto sufrimiento. Estaba hecha polvo ¡Y no podía más!

Me ofrecieron una casa de espiritualidad o monasterio donde descansar una semana. Elegí lo segundo. Fue una experiencia reconfortante: la oración, el silencio y la liturgia me ayudaron mucho. La discreción y cercanía de  la comunidad también.
Pero ¿adónde iba sin dinero y rota? El Señor me puso en el camino a una persona muy buena y estuve casi un año en su casa.

Entremedias viví de nuevo una llamada: “Como a mujer abandonada te vuelve a llamar tu Dios”. “Yo soy tu Redentor que te llama”. Y empecé a recrearme por dentro. Quizás inconscientemente, buscando protección pero queriendo seguir a Jesús, hice una experiencia contemplativa y, después nueve meses de noviciado. ¡No más!

Por un lado creo que no tenía sanada la herida de soledad  vivida en misiones ni reconstruida en mi SER y, por otro lado, viví y (lo vi con mis ojos) que invadían mi intimidad y me leían habitualmente… Y me lo negaban. Que si necesitábamos en mitad de la noche un paracetamol o una infusión no podíamos cogerlo (y cuando lo cogió una compañera se montó un cisco). Que la puerta o el teléfono  del monasterio podía estar sonando sin parar y nadie  podía abrir ni cogerlo. Que salvo la portera y la abadesa  nadie podía actuar. Que para todo había que pasar por la responsable. Que hasta en el recreo la priora hablaba y todas escuchaban. Que no había relaciones interpersonales. Y, en fin, al ver que me mentían dije: “Ni un día más”.

Y empezó mi verdadero discernimiento. Me dijeron: ¡Vive lo que sientes!

Ha sido un PROCESO largo (y lo subrayo porque a fuerza de “espiritualizar”… nos estamos cargando muchas veces la dimensión HUMANA de las personas y su proceso personal). LO QUE NO ES HUMANO NO ES CRISTIANO. El Señor ha estado y es grande en mí… HAY ESPERANZA PARA TU FUTURO. Jer.31, 17.

Me empeñaba en vivir en una comunidad pero MI SALUD Y MI DOLOR me iban indicando otro camino. Me decían: “a vino nuevo odres nuevos”. “Tienes una vocación nueva y personal”. SE ME DIO UN CAMINO NUEVO: SER PAN PARTIDO Y REPARTIDO PARA EL MUNDO, PARA LOS DEMÁS, PARA LOS QUE MÁS  LO NECESITAN, SOBRE TODO. Y ANUNCIAR LA BUENA NUEVA A LOS  POBRES.

Se me dio y opté por vivir en una parroquia y grupo en el que viví la fe como nunca lo había hecho: viví en ella en una fraternidad y sororidad preciosa de una sencillez, cariño, amor, compromiso… unas Eucaristías de las que sales de distinta manera cada vez que la vives porque la Palabra te interpela y los hermanos comparten sus vivencias. Retiros, comidas fraternas… Compromiso con los  más marginados, marchas, manifestaciones, oración silenciosa y pública en la calle por y con los hermanos que sufren la exclusión.

Mi vida es larga… Tuve que escuchar muchas veces (sobre todo dos): DEJA TU TIERRA, como Abraham Y, VE A LA TIERRA QUE TE MOSTRARÉ…

Ahora vivo de nuevo en otro lugar, seguramente la última o penúltima etapa de mi vida. Feliz, muy feliz, en pobreza, sencillez, compartiendo esa intuición y llamada que viví en una parroquia de barrio sin más pretensión que SER UNO EN EL AMOR, dejarme amar por el que nos amó primero, ENTREGAR MI PEQUEÑEZ y SER HERMANA de todo aquel  con el que me encuentro en el camino…

Necesitamos el coraje de dejarnos mirar, de  dejarnos transformar por Aquel que nos ama hasta el extremo: Tener el coraje de coger la vida de frente, cara a cara, una misma, en el silencio del ser puede hacernos reencontrar el sentido de lo que no comprendimos sin culpar a los otros: SOMOS RESPONSABLES DE NOSOTRAS MISMAS. ¡TANTAS VECES CULPÉ de todo a mi familia, a la Institución, a la Iglesia…! Y también en el maltrato he comprendido que tengo mi parte de responsabilidad por no haberlo parado (aunque no sabía cómo hacerlo).

TODO, TODO OCURRE PARA EL BIEN DE LOS QUE AMAN A DIOS.

Todo nos ayuda a crecer en consciencia, en amor y en gracia.

Mucha confianza y esperanza. Algo nuevo quiere el Señor de nosotras. La intuición de Hortensia diría que es profética. Ojalá cuando yo salí hubiera encontrado una Asociación así. 

Vuestra hermana 

P.D.: El tema económico fue toda una historia: al salir teniendo una depresión y otras patologías me costaba  pedir que me ayudaran… Lo hicieron, pero viví con muy poco, menos aún que ahora, teniendo que pagar tratamientos que no cubría la Seguridad Social. Aunque tengo que decir que, aunque cuando salimos andamos un poco despistadas de lo que cuesta la vida (y las que están dentro están más despistadas que nosotras… por eso las disculpo). Los amigos me decían que había salido enferma y que tendrían de por vida que ayudarme. Esto no ha sido así. Pero tengo que dar muchas gracias a Dios y a las hermanas por haberme ayudado el tiempo que lo  hicieron.

La Gratitud es lo que más me ha ayudado a superar todo lo que vivo.

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